Lejos quedó la institucionalización escolar del uso de la regla para que el niño prestara atención, o de los “chirlos paternos/maternos” si el niño se portaba mal. Sin embargo, que aún existe el maltrato infantil en el hogar, no es una novedad.
Diariamente se presentan en las guardias hospitalarias, niños que en lugar de estar jugando con sus pares a la pelota o a las muñecas por ejemplo, vienen a consulta dado que son atormentados por maltratos físicos y/o verbales en su seno familiar.
Estas consultas son pocas en comparación con los casos que existen de violencia doméstica. Y es que responden a un pequeño porcentaje “vencedor” en el doloroso debate entre pedir ayuda o “traicionar” al familiar maltratador.
Estos maltratos no son sin marcas. Y algunas de estas marcas son muy visibles. En la escuela puede observarse:
• Cambios bruscos en el comportamiento escolar del niño
• Ausentismo escolar
• Conducta agresiva o destructiva
En sus relaciones interpersonales:
• Falta de interés del niño en diferentes actividades
• Malhumor e irritabilidad
• Angustia
• Temor a estar solos por su falta de confianza en sí mismos
• Regresiones en el lenguaje
• Enuresis
• Vínculos con sus pares de explotación o sumisión y ansiedad persecutoria
Como consecuencia de la violencia familiar los niños viven esto como un ataque a su autoestima, es como si se frenaran en una etapa evolutiva que les tocaría vivir y muchas veces al ser testigos de violencia asumen otros roles que no les tocaría asumir. Por ejemplo ser el salvador de su mamá, cuidarla cuando el agresor no está, entenderla y escucharla como si ya fuera otro adulto. Los sentimientos son de desesperanza; solo esperan castigo y rechazo de parte de sus familiares y sus pares y presentan un alto grado de desconfianza.
Es en los docentes, aquellos adultos que comparten la mayoría del tiempo con los niños, donde recae una responsabilidad de enorme peso: algunos niños les cuentan a ellos lo que sucede en su casa. El maestro debe explicarle al menor que es importante que sepa que él no tiene la culpa, que la responsabilidad es de los mayores, esto le permite, a veces, romper el círculo del famoso secreto familiar.
Sin embargo, el error será depositar toda la carga de la responsabilidad en el niño, enfrentándose con el maltratador. Ha de brindársele una red multidisciplinaria de contención a fines de resguardar al niño, pero más aún, su niñez.
Extracto de Nota “Marcas Dolorosas” en Revista Viva del día 06/04/2014.
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