El tratamiento de un niño y o adolescente nos presenta a diferencia del tratamiento con adultos, muchas particularidad a tener en cuenta para los analistas de niños

Por un lado el psicoanálisis  infantil y adolescente  no solo se caracteriza por lo que  hace sino  por cuando  lo hace también, ya que la estructura del sujeto, su personalidad,  en los tiempos de la infancia esta en constitución, y es importante que las dificultades que los niños/adolescentes presentan sean tratadas a tiempo para evitar que se agudicen.

La peculiaridad  en estos tratamientos es que ni los niños ni los adolescentes llegan solos a nuestros consultorios sino que son traídos por sus padres, lo cual nos lleva muchas veces a interrogarnos ¿Quién trajo a quien al tratamiento? ¿Los padres a su hijo o su hijo a los padres?, ya que los síntomas o dificultades que los niños producen preocupan a sus padres pero también tienen como fin convocarlos a algún lugar que para sus hijos, es necesario que ocupen y sus síntomas nos indican que no lo están haciendo.

J.Lacan en las cartas a J. Aubry plantea que el niño neurótico está situado en el lugar del síntoma de la pareja parental, y se deberá tener en cuenta que cada padre conserva un rasgo particular que es importante que sea escuchado en un espacio que llamare de Orientación a Padres, un espacio que permita pensar en conjunto con el tratamiento de su hijo/a cuáles son sus implicaciones dentro de la problemática o síntoma que el niño presenta.

Incluso podemos encontrarnos en muchas oportunidades que con el espacio de escucha a los padres solamente, los síntomas de sus hijos van cediendo, sin que sea necesario su inclusión en el tratamiento.

Cuando en un tratamiento infantil o adolescente los padres se incluyen, trabajan terapéuticamente y son escuchados por el analista de sus hijos el pronóstico de los tratamientos es siempre más propicio.