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La Desilusión Epistémica

 


 El autor, ubicándose en el territorio donde se articulan saber y verdad, asume un recorrido cuya progresión lógica nos irá conduciendo a los avatares de la dialéctica entre la ilusión y la desilusión. Sostiene este planteo en relación a una posición ética en la dirección de la cura, en contrapartida de la que adopta el discurso científico, en tanto su rasgo es totalizante. 


"Decepción epistémica”[1]. Es esta idea, la que Colette Soler utiliza para marcar un “hito” en la progresión de una experiencia analítica, es algo que brumosamente ubicado, da cuenta de lo que ocurre con el saber y la verdad.

El imposible de la verdad, que se dice a medias esta imaginarizado en estos términos. Elegir en el presente trabajo el término "desilusión" implica quizás una referencia hacia el Narcisismo, la ilusión de autoconciencia que tiene variadas referencias en la Obra de Lacan.

El poder de "conocerse así mismo" es para el psicoanálisis una ilusión, así como también lo son los Afectos. Si hay desilusión, entonces, lo entendemos en relación al saber sobre el goce pero también sobre la ilusión de que los afectos sean una medida de verdad en el proceso de construcción de saber.

La experiencia Analítica no opera desde la lógica del furor curandi que si le supone la doxa a otras corrientes.

Ahora bien, lejos de enarbolar la tan conocida "abyección" que Lacan experimenta hacia la ego psychology, se intentará seguir una lógica que progrese, al menos con cierta consistencia, para dar cuenta de la relación entre la Ilusión / Desilusión.

Es entonces que el título anticipa la idea de que la resignación es algo diferente a la castración ya que sostiene de alguna manera (desde nuestro punto de vista) la ilusión.

 

Un pequeño paréntesis epistemológico

En el seminario II Lacan define al psicoanálisis y a la cibernética como dos ordenes de pensamiento y ciencia directamente relacionados a la naturaleza del lenguaje.

La cibernética opera en función de una reducción, se trata de economizar información, transmitir elementos esenciales de una mensaje, por ende, esta ciencia exacta esta cerca de un Real, de ese Real que sigue allí estemos o no presentes.

La noción de ciencia exacta supone entonces un Real presente.

El reloj de Huygens utiliza la fuerza gravitacional que siempre vuelve al mismo lugar y constituye así una prueba de hipótesis, en la medida en que el aparato funciona.

En esas condiciones es posible reducir lo Real a un número limitado de símbolos, y mediante el buen funcionamiento del aparato, se constata la hipótesis que tiene como resultado su reducción a un axioma simbólico.

Lacan da un paso más en el artículo introduciendo la noción de probabilidad. En una partida de ajedrez, el azar se encuentra tamizado por el orden de la probabilidad, es decir, se trata de el posible lugar donde lo Real haría aparición, un intento de predicción, por ende una tramitación de lo Real de estructura distinta a la ciencia exacta.

El orden binario supone la ciencia combinatoria, leyes de presencia y ausencia introducen la posibilidad de anticipar el azar.

En la esfera humana la importancia que se le da al azar tiene razón de ser en sentido en que este (A pesar de que en la probabilística la intersubjetividad se supone eliminada) introduce la dimensión de que este esta determinado por lo intersubjetivo.

Lacan dirá que algo del azar intersubjetivo llama al destino del hombre.

¿Es esta acaso la noción de inconsciente que comienza a esbozar Lacan?

Es así que el hombre creyendo en cierta propiedad de sus pensamientos supone que la máquina cibernética por medio de compuertas lógicas y la manipulación de la corriente eléctrica, es capaz de establecer mensajes.

Es obvio que la máquina no piensa ya que este le dice lo que tiene que pensar y sabe muy bien donde esta va a detenerse.

El artículo (que es de los años ‘50) supone una lógica válida aun para nuestros días aunque hoy se haga una partida entre una supercomputadora creada por una trasnacional y un ajedrecista maestro. La pregunta entonces es si hoy en día es tan simple observar esto dado el avance de la tecnocracia en los sistemas informáticos.

Volviendo, Lacan trae esta comparación para dar cuenta de que una maquina puede ser programada por medio de compuertas lógicas utilizando el Algebra de Boole. Estas compuertas formadas por elementos fundamentales como los transistores y diodos no son más que microscópicas uniones de minerales con propiedades conductivas y electromagnéticas que afectan el comportamiento de la corriente eléctrica. El resultado, es la posibilidad de crear circuitos lógicos que tienen como efecto residual generar la ilusión de que el pensamiento humano, al menos puede ser emulado.

El objetivo de Lacan no es ni criticar, ni comparar, ni revindicar al humano (o a la máquina) sino hacer una analogía para introducir algo de los tres registros. Es entonces que la programación  en la “máquina” (compuesta por el algebra booleana) hace uso del significante binario que refiere a la presencia ausencia de corriente y engendra la posibilidad de transmitir mensajes que necesitan de un sistema de interpretación.

¿No es acaso la relación entre lo simbólico y lo imaginario? Por un lado, el lenguaje de programación desprovisto de sentido es la segunda capa que corre bajo el sistema de significación que rellena las operaciones binarias resultado de la disposición y la programación de las compuertas.

El fallo en la significación engendra errores, pero el fallo en la programación engendra falsedad. Lo válido en el lenguaje humano esta entonces por fuera de la significación, en este punto lo verdadero es la función simbólica a la cuál se accede pasando a través del sistema de significación.

La "Vibración emocional" del lenguaje humano se debe a la imaginario, es decir, lo que se extrae de la imagen del cuerpo, del sol, de la luna, de las imágenes.

Una vertiente de la ilusión estará ubicada en otorgar valor de verdad al afecto y a la significación.

La idea de lo verdadero en el seminario II tiene que ver con atravesar el espectro de la significación. En el seminario XVII Lacan parte de Wittgenstein, esta la  idea de verdad proposicional  que esta relacionada con el significante en la medida en que  este puede ser falso o verdadero, siempre y cuando, este dentro de un sistema organizado de lenguaje.

Wittgenstein pretende un uso del lenguaje correcto y por ende, poder definir claramente lo que es brumoso, poder hablar con veracidad, implica no mencionar lo que no puede ser dicho claramente.

Esta idea tiene una equivalencia directa con la Cibernética, los valores de las hipótesis pueden ser verdaderas o falsas siempre dentro del andamiaje lenguaje-hardware de la maquina.

El lenguaje define entonces la realidad, en este punto Lacan coincide con Wittgenstein y esto tiene que ver con que se opera en el campo del sentido, fuera de este, lo verdadero solo puede ser dicho a medias en tanto que es efecto residual del lenguaje.

Lacan hace distingue la verdad proposicional de la verdad dicha a medias en la medida en que la primera funciona dentro de un sistema formal de signos, hay variables y operadores que dan como resultado proposiciones mas complejas, siempre dentro del sistema dado. Desde ese punto de vista, lo verdadero proposicional se aleja de la posición realista, ya que la verdad funciona dentro de una esfera, dentro de un recorte que se hace al plantear las proposiciones. El medio decir de la verdad en psicoanálisis tiene la forma de un enigma y no alcanza un enunciado para nombrarla, el enigma de la esfinge que resuelve Edipo es un conglomerado de “mitades”.

¿Esto desilusiona en alguna medida?

 

La Ilusión y el Sujeto Supuesto al Saber

El efecto imaginario de la cibernética, esta  ilusión que no tiene que ver con la ciencia  (en última instancia esta produce herramientas lógicas que funcionan y progresan vaya uno a saber de que manera) es equivalente a un efecto de completud imaginaria. El efecto de un discurso en lo imaginario trae aparejado una afecto, cierta euforia.

Lacan en los Nombres del Padre: “Si algo revela ser decepcionante, esa praxis debe avanzar hacia una conquista de lo verdadero por la senda del engaño, porque la transferencia no es otra cosa, en tanto no hay nombre en el lugar del Otro, inoperante.”[2]

 

Esta frase demarca el territorio del psicoanálisis, existe para nosotros “lo verdadero” que es abordado por un engaño.

La naturaleza de este engaño tiene como pivote la estructura de la verdad del mito.

El mito individual del neurótico es según Lacan: Una ilusión. “Da una forma discursiva a algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad, porque la definición de la verdad solo puede apoyarse sobre ella misma y la palabra en tanto que progresa la constituye”[3].

La ilusión que toda transmisión teórica establece es la suposición de saber, un S(A) completo. El resorte, quizás se sustente en la estructura del lenguaje occidental, ¿Quién no escucho decir a alguien?: “En occidente tenemos ciencia en el Oriente no”.

El medio decir del inconsciente, que es básicamente lo que descubre Freud, exige una manera de interpretación análoga a este. Por esta vía, entramos en la ilusión de un saber a advenir que esta reservado.

Si decimos que el discurso del Amo es el discurso del Inconsciente podemos hacerlo equivaler a lo que en cibernética se ubica como “la programación”. Ahora bien, la posición realista del psicoanálisis obliga a distinguir  el Inconsciente Transferencial del Inconsciente Real.  Básicamente, creer que el Inconsciente está allí antes de ser descubierto es creer en que uno puede levantar una piedra y toparse sin querer con las leyes de Kirchhoff.  El ICC transferencial es el analítico, es el pasaje del Síntoma a “eso quiere decir algo”. Por ende el ICC Real será lo que está por fuera, la repetición, donde no hay intención de transmitir nada. Más adelante se intentará clarificar algo de esto.

En el seminario 17, la idea de aparato psíquico como aparato de goce  se distingue bien, no se quiere “transmitir nada”, sino gozar.

La suposición de un S(A) que ubica el saber del lado del Otro permite las manifestaciones de significaciones fantasmáticas, eso que subyace en la idea de que la máquina puede reproducir el pensamiento humano, de la idea de control a la posibilidad Hegeliana del saber absoluto. Todas estas ideas son para el psicoanálisis el sostén mismo de su práctica, no solo porque son interpretables sino porque permiten delimitar su  campo como excéntrico.

La dialéctica misma del análisis supone a Otro que sabe inicialmente, para desplegar la pregunta por lo que quiere. Entonces el  saber mítico (del mito) que ubica al goce como transgresión es superado en un intento de ir más allá, a una producción diferente. El fantasma que esta planteado como una transgresión a realizar, esta en función de velar el goce, o esa, esa satisfacción que siempre se obtiene.

El Inconsciente Transferencial supone el armado de esos significantes imborrables que van perdiendo peso. La experiencia es epistémica, se supone un saber supuesto en algún lado y el sujeto como tal se pierde entre ellos manejado por la ilusión de que “eso quiere decir”.

 

La posición "Realista"

Jacques Alain Miller escribe en Sutilizas Analíticas" Si no estuviera la sustancia del goce, seriamos todos lógicos, una palabra valdría como otra, no habría nada parecido a la palabra justa, la palabra que ilumina, la palabra que lastima, solo habría palabras que demuestran"[4]

Esta cita introduce el goce como algo exclusivo al campo humano. La relación entre el cuerpo, el goce y la palabra abre nuevas vertientes para entender la ilusión / desilusión.

Yendo por el lado de como el progreso de la cura se "corporiza", es decir que efectos en lo imaginario produce, encontramos que los afectos son aislados y solo posee valor la Angustia como señal de lo Real en el cuerpo.

Esta idea sugiere dos cuestiones a entender, por un lado que la lógica del psicoanálisis no se desentiende del afecto, más bien parece que es puesto en segundo lugar en pos de hacer valer la lógica significante.

Por otro lado, esta manera de concebir la cura, es decir, pulsando la cuerda simbólica deja de lado (pero no por reduccionismo) los afectos, más bien ¿Por un problema de prioridades? ¿O por la lógica interna del dispositivo?

En las problemáticas actuales en donde los trastornos en lo imaginario parecen ir más allá del Complejo de Edipo, ponen en tela de juicio esta manera de accionar de un psicoanalista ortodoxo (si es que todavía existen).

El seminario de los cuatro discursos ubica al saber, como un saber hacer, es decir, es distinguido claramente de un saber enciclopédico o teórico ya que se presenta como una "facilitación", como un camino significante que busca ser traducido por el discurso universitario a un saber universal. El saber hacer se representa como un S2 en el discurso del amo.

El discurso analítico va a contramano del discurso del amo, justamente para romper la el trabajo interpretativo del inconsciente (inconsciente transferencial). Desde este punto de vista podemos decir que el discurso del amo es equivalente a la estructura del discurso del inconciente y el discurso analítico busca aislar el enjambre de S1 que ponen a trabajar el saber inconciente.

La posición realista tiene una relación con el saber desde este lugar, es decir, desde una facilitación en relación a un real. La idea de saber totalizante desconoce la propiedad de lo real en la medida en que este se encuentra velado bajo el fantasma de la universalidad. Este lugar es posible porque hay una relación con el cuerpo como forma cerrada, la ilusión de totalidad esta anclada el narcisismo corporal, por ende el sentido y la comprensión son operadores discursivos apuntalados en el narcisismo.

Entonces, si el saber es un medio para el goce, la ilusión de masa, como por ejemplo en el ejército, reprime un goce individual en pos de un ideal.

  

La desilusión

La "desilusión" como un afecto, como un fenómeno del análisis, es poner foco en un punto intermedio entre la caída de la ilusión y "otra cosa".

¿Podríamos decir que es un instante anterior al "saber hacer con el síntoma"?

Esta pregunta es desechada en el mismo momento en el que es planteada, ya que esta misma sugiere una relación con la verdad desde lo "conciente".

Si hay desilusión es porque el lugar desde donde el sujeto se mira sigue operando. De esta manera, la experiencia analítica conlleva un paso lógico por la "desilusión", pero lo que no puede saberse ni formalizarse de antemano es la respuesta del sujeto frente a esto, ni lo que pueda obtener de ese encuentro.

Este punto de vista olvida quizás que hay una "desilusión" también al comienzo de un análisis, el padecer, esta estructurado en relación a una perdida de sentido, a un sinsentido que irrumpe en una escena que deja de funcionar. Por este lado, el analizante quisiera justamente volver a reencontrarse con eso que ya no esta. El encuentro con la "desilusión epistémica"  dentro del análisis podría formalizarse como "el síntoma en transferencia", el padecer tiene que sostenerse para el avance.

La ética del psicoanálisis va mas allá de la buena forma, en la medida en que el efecto de displacer en el cuerpo es un motor de la cura, el afecto queda en segundo plano en razón de que el dispositivo analítico trata de sostener un delicado balance entre el padecer y la producción de S1.

Es interesante plantear que se tiene noticia de la fuga del sentido porque algo de una pérdida retorna de alguna manera. Esta se organiza de alguna manera como la causa de deseo, como padecimiento, como lo que es nuclear en el síntoma. Algo que fue rechazado retorna y el sentido perpetúa que esto rechazado continúe ejerciendo su acción.

Si hay una pregunta por el sinsentido, por el sentido y por la fuga es porque en la clínica se utilizan palabras y la lógica no es sin el lenguaje. ¿Es el padecer un déficit de saber, o es una verdad cifrada?

El retorno de lo Reprimido, sugiere un fracaso de la defensa ahora bien, retroactivamente podemos preguntarnos si la "elección subjetiva" de reprimir cierto goce tiene indefectiblemente un encuentro con el padecer.

Si la coordenada de un desencadenamiento neurótico "standard" es el fracaso de la función del fantasma, no es porque este deje de funcionar sino porque lo que irrumpe hace fracasar su función. Teniendo en cuenta al  primer Wittgenstein  este sugiere que lo no puede ser dicho no debería entrar dentro del campo del pensamiento, marca la imposibilidad del sentido del sentido. Luego dirá que el lenguaje no puede figurar las cosas del mundo que más bien el sentido esta ligado a los modos de ser, con su equivalencia a los modos de gozar en el psicoanálisis.

De esta manera, lo que esta expulsado tiene que ser reintroducido, lo que es desconocido puesto justamente en desconocimiento por la función del fantasma tiene que volver a ser reintroducido pero no es operando desde el campo del sentido únicamente. Lacan sitúa al ego como una ilusión y de alguna manera el síntoma es un cifrado que esconde una verdad, lo que quiere ser desconocido, la idea de una verdad cifrada en el síntoma hace que la idea de la etiología y el déficit también asociada a este, quede del lado de lo que lo produce, podría decirse, de la “fortaleza de la ilusión” y es otra idea diferente al “fracaso del saber inconsciente”.

 

La naturaleza de la interpretación y la desilusión

El capítulo, “Monologo de la Apalabra” en La fuga del sentido de Miller propone un ordenamiento para la interpretación que sirve para situar la naturaleza de lo que quiere transmitirse como “desilusión”, ya no como un afecto renegatorio ni algo a atravesar, sino como un término que además de que podría ser otro, apunta a la “inconformidad” que se pesquisa en el pasaje de el primer Lacan al último. Si es que puede haber primero y último.

El primer ordenamiento que hace Miller es en torno a la definición del Inconsciente, es decir, a ese Inconsciente estructurado como un lenguaje. Esta definición introduce que las leyes del ICC, metáfora, metonimia, significante y significado ordenan tanto al inconsciente como al lenguaje. Por ende, la interpretación tiene necesariamente que seguir en el orden de esta lógica. El diseño del grafo, que es introducido desde una idea de “esquema comunicacional” tiene un querer decir que involucra al sujeto y al Otro. Este querer decir se puede articular tanto a la demanda, como al ego como al mismo tropiezo y el análisis se encarga de tomar ese “querer decir” para introducirlo en la vía ilusoria del “quiere decir algo”. Digo “ilusoria” porque justamente me sirve situarla así en relación a que “el querer decir” esconde un “querer gozar” que va hacia la dimensión del monólogo aunque el objeto a y la pulsión tienen una relación con el Otro del significante, por lo menos en la formalización del grafo.

El artículo progresa en la medida en que introduce términos de la primera enseñanza como “la palabra, el lenguaje y la letra” en relación a otro ternario de la cosecha de la “ultima enseñanza”, la apalabralalengua y lituratierra. No es el objetivo desarrollar esto, sino mas bien captar la lógica subyacente y hacerla servir a favor del par “ilusión / desilusión”.

Tenemos entonces que el “querer decir” que organiza el grafo del deseo, se articula al Otro y la pulsión, que en este nivel, también quiere decir algo y la demanda que también se ordena en el querer gozar es comandada por el “querer decir”.

Este “querer decir” es del orden de la ilusión y el querer gozar del orden de la “desilusión”, por lo menos en los términos que son planteados en este ensayo (por más que el sujeto es “feliz” al nivel de la pulsión). La idea de Miller aquí parece ser conciliatoria de ambas enseñazas, en el sentido en que el goce y la pulsión siempre han sido conceptos que Lacan ha tratado de introducir en la dimensión del diálogo, del querer decir y en la relación intersubjetiva. Tenemos entonces la idea primera de que la pulsión también esta articulada al “querer decir” en la medida en que utiliza significantes del A. El querer decir, está articulado al Oto y al sentido.

El pasaje del lenguaje a lalengua, tiene otras consideraciones sobre el goce, como lalengua no es de una estructura como la del lenguaje, Miller dirá: “es aluvional”, esta hecha de las creaciones lenguajeras y los malentendidos de cada uno. No esta hecha de sentido, más bien tiende al goce. En este punto, la pulsión, tiene un modo de mensaje, pero se deshace del Otro, hay un vocabulario propio.

El “lizmente” de Michel Leiris, supone algo capturado de un Real que no quiere decir, justamente porque no tiene esa intención, en ese sentido, estamos en la dimensión del monólogo. Esta apalabra supone el pasaje del “eso quiere decir” al “eso quiere gozar”

Entonces, si este ensayo comienza por la “ilusión” es para dar cuenta del la función y el campo de la palabra que trata de aislar los efectos de sentido, poniendo a un costado la pulsión, justamente por esta la idea de lo engañoso de lo afectivo-imaginario. Esta es la idea de la primera enseñanza, lo simbólico como preponderante y la interpretación pulsando esta cuerda.

La verdad como formación del inconsciente, es solidaria y precursa a la interpretación como comandante del “efecto de verdad”. El pasaje al “eso goza” tiene otra idea de la interpretación. ¿Qué pasa cuando entramos en la dimensión del Monólogo? ¿Se interpreta el goce? Esto reabre la pregunta por la clínica y es de lo cuál se ocupa la investigación en psicoanálisis, es demasiado pretencioso ahondar en eso ahora.

Si la “realidad” era capturada en un sistema de significación, esta ahora la idea de que se percibe con aparatos de goce, se reemplaza el concepto de estructura que tiene como finalidad el “conocimiento” por una finalidad de goce. Este pasaje es solidario del par Ilusión / Desilusión.

La interpretación en este punto actúa como un límite al monólogo autista del goce, es una idea contraria a la interpretación infinita. Miller dice “se asegura lo Real, no el sentido”.  El “diga cualquier cosa” es solidario del principio del placer, justamente porque el lenguaje es un aparato de goce.”

Si en el diga cualquier cosa se tratan de suspender las prohibiciones, los prejuicios y demás es porque hay una articulación al “eso quiere gozar”, que supone la felicidad de la pulsión, aunque la desdicha este presente en el nivel imaginario-cuerpo. La desilusión de la felicidad pulsional esta más allá de la cosmética de la ilusión (desilusión y felicidad pulsional van de la mano en este ensayo porque la desilusión tiene que ver con lo contrario al querer decir por ende contrario al lazo social).

Miller formaliza  cuestiones novedosas para la interpretación: asegura lo Real porque es del orden de una formalización y señala un fracaso, el fracaso de la felicidad pulsional apuntalada en la no relación sexual, podría decirse ¿más allá del falo?. Por otro lado, también dice que es a contrasentido.

Hay una lógica “progresiva” de la interpretación que sugiere el “eso quiere decir otra cosa” (puesta en marcha del SSS y el “te demando que rechaces lo que digo”), a eso “no quiere decir nada” para desenmascarar al “eso quiere gozar”. En este punto la interpretación se supone como un escrito.

 

Coda

El estadio del espejo, instaura la autoconciencia en la medida en que el sujeto se reconoce en el Otro y necesita de su imagen para formarse como entidad autónoma. Lacan distingue ahí el Yo real del Yo ideal, esto ya introduce una escisión. La represión primaria como fundamento último, como lo imposible de captar es epistemológicamente un pilar fuerte en el psicoanálisis, es decir, su característica estructural que la ubica en diferencia a otros discursos.

Esta escisión inaugura el par ilusión / desilusión en la lógica de este ensayo ya que se progresa de algo que es “analógico” hasta algo que es “digitalizado” y viceversa, es decir, algo que necesariamente tiende a  “discretizarse” por el hecho de que se ordena en una cosmología de la autoconciencia y el contrapelo de la interpretación analítica.

Esta “discretización” es solidaria del falo como ordenador discursivo en el A que actúa sobre el goce en pos de un diálogo, de un lazo social. Por ende, las “experiencias psicóticas” que se testimonian en la experiencia analítica en el campo de la neurosis, dan cuenta del “eso quiere gozar”. El elogio de la psicosis en la última enseñanza de Lacan parece tener como ordenamiento la denuncia no solo a la ilusión de completud sino que la “desilusión” (si es que todavía podemos llamarla así), el hecho de que no haya metalenguaje y que no hay garantías en el A, tiene una posibilidad de ordenarse en torno a otras herramientas en función del goce que son del orden una formalización.

 


 

Bibliografía

· Lacan, J. (1992). El Seminario Libro 17. “El reverso del psicoanálisis”. Buenos Aires: Paidós.

· Lacan, Jacques, "La ciencia y la verdad", en Escritos II, Siglo XXI, México, 1975.

· Lacan, Jacques. El Seminario  Libro 2. “Psicoanalisis y Cibernética”, Editorial Paidós

· Lacan, J.: “Otros Escritos”, Buenos Aires, Paidós, 2012.

· Lacan, J., “De los Nombres del Padre”, Paidós, Buenos Aires, 2005

· Lacan, J. (1985). “El mito individual del neurótico”. Buenos Aires: Paidós, 2005

· Miller, J. (2011). Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós.

· Miller, Jacques Alain. “A propósito de los afectos en la clínica psicoanalítica” (1981), Matemas II, Manantial, 1988

· Miller, Jacques Alain. La fuga del sentido, Buenos Aires, Paidós. 2012.

· Soler, C.: Afectos Lacanianos. Buenos Aires, Letra Viva, 2011

  


 

Referencias

[1] Soler, C.: Afectos Lacanianos. Buenos Aires, Letra Viva, 2011. p 118

[2] Lacan, J., “De los Nombres del Padre”.  Paidós, Buenos Aires, 2005

[3] Lacan, J. (1985). “El mito individual del neurótico”. Buenos Aires. Paidós

[4] Miller, J. (2011) Sutilezas analíticas. Buenos Aires. Paidós. pag 95

 

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