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Una Clínica de las Ficciones

El encuentro entre alguien que tiene algo para decir acerca de su malestar y aquel que oferta una escucha en torno a eso, suponiendo que eso sea el psicoanálisis, propicia un territorio de ficciones. Para pensar esta idea, podría comenzar por preguntarse: ¿de qué se habla en un análisis?

El impersonal “se habla” no es casual, ya que si hay algo en donde el psicoanálisis suele extraviarse es en la pregunta en torno al “quién”. Supongamos un enunciado que circula en el transcurso de un análisis: ¿de quién es? ¿Lo produjo el analizante? ¿Lo concibió el analista? ¿Este último se lo devuelve al primero a partir de lo que escuchó? ¿El analizante se lo atribuye al analista como algo que este último habría dicho? Freud mismo habló de construcciones en análisis, distintas a la idea de la metáfora arqueológica, es decir: de algo enterrado a la espera de ser descubierto. Lo anterior es solidario con pensar que el analista participa de la noción de inconsciente. Y en relación a los impersonales, Lacan hablará del “ça parle”, e incluso “ça pense”, es decir: “eso habla”, “eso piensa”. Eso, ¿es de alguien?

Es por esto que la imputación individual no existe en el psicoanálisis lacaniano -lo cual no quita, sin embargo, que muchos analistas lacanianos la practiquen-, en la medida que se formula que no hay sujeto sin Otro. De allí las nociones -rescatadas y destacadas, por ejemplo, por Alfredo Eidelsztein- de inmixión de Otredad, internidad, extimidad, que también cuestionan la distinción adentro-afuera, interior-exterior, lo tuyo y lo mío -eso, sabemos, sólo culmina en la rivalidad especular: basta poner un objeto para comenzar a disputárselo. 

Decir que la clínica analítica es un territorio de ficciones es lo mismo que afirmar aquello que hace Lacan en el Seminario XX: “no hay ninguna realidad pre-discursiva”. Es decir: no hay nada que no exista si no es por la palabra. Por ficticio, entonces, no debe entenderse algo ilusorio o engañoso. Pero al decir esto, Lacan se está apoyando en la teoría de las ficciones tal como la formula Jeremy Bentham: hay objetos que solamente existen a través, por y a partir de las palabras. 

Podemos estar de acuerdo en que la palabra mata la cosa. Ahora bien, ¿cuándo estuvo la cosa? Aún más: afirmarlo depende de la palabra. Es lo mismo que Pascal Quignard advirtiendo que pensar lo que hay antes del comienzo del universo es una contradicción porque, justamente, el tiempo surge cuando aquel brota. 

No hay nada, entonces, antes del decir. Por eso Lacan acuña el neologismo “parlêtre”; traducirlo como “ser que habla” o “ser hablante” implica suponer que primero hay un ser, y que éste secundariamente habla. O sea: realidad pre-discursiva, justamente lo contrario a lo que Lacan afirma. Otros autores prefieren ubicar el “que habla” o “hablante” al comienzo, y luego el ser, acuñando “hablaser” o “hablanser” -esta última traducción da lugar a la inmixión de Otredad mencionada previamente-. Despejar esto borra una posible distinción entre objetividad-subjetividad, realidad exterior-realidad psíquica, y uno sabe que un paciente puede sufrir tanto -o más- por lo que pensó a partir de lo que alguien dijo, a pesar de saber que nada de lo dicho tiene que ver con lo que efectivamente pensó. 

Ya que "eso piensa", la invitación, entonces, es a que de eso se hable.

 

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