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El Papel de los Clubes

El importante papel que juegan los clubes en estos tiempos post-modernos

 

Tanto el niño como el adolescente actualmente están bajo la lupa de los grandes monopolios del entretenimiento: juguetes, laptops, tabletas, “la play”, etc. Continuamente apuntan y disparan con novedades cada vez más hipnóticas (Hand Spinner).

Si bien podría parecer una ventaja para los padres el echo que los jóvenes estén entretenidos, pues les daría a los mismos más libertad temporal, es un arma de doble filo. Por un lado, es evidente que es deseable que se contacten con la tecnología, ya que en estos tiempos avanza rápidamente y si no nos empapamos de ella, “quedamos fuera”. Pero por otro lado, el tiempo de juego virtual va en detrimento del juego social cuerpo a cuerpo con el otro. Un par o los propios padres. El juego con el otro enriquece el trato social concreto (no virtual), en el que intervienen no solo las palabras, el dialogo sino también el lenguaje corporal, los gestos, la postura, el tacto. También es obstáculo a una convivencia real con los padres. A veces parece que los chicos sufrieran una abducción a otro planeta frente a la pantalla jugando con amigos virtuales, pero al momento de salir y querer tener la iniciativa frente a otro ser real, “hacen agua”.

Se escucha decir a algunos padres: ¿cómo le pongo límites?, explíqueme, no sé. Esta capacidad se trasmite. Pasamos de ser una sociedad autoritaria a otra de laisser faire: “que el limite lo ponga la escuela”. Los límites desde el dialogo enseñan a formar personas con tolerancia a la frustración y a construir la capacidad de espera: no todo te lo puedo comprar, no todo lo podes tener.

En esta situación social de hiperconsumo, tanto los clubes como otras entidades de reunión social, colaboran a organizar y sesgar al desborde, que ocurre sobretodo en la pubertad y adolescencia.  El practicar un deporte, no solo lo pone en contacto real con sus pares sino  también, el club ofrece la oportunidad de pertenecer a un grupo y a la vez esto le da sentido a su ser, le da cuerpo y marco de contención con el otro. Colabora en la construcción psíquica de su propio cuerpo. A ubicarse en espacio y tiempo en relación al otro. A responder a consignas y respetar normas de convivencia consensuadas con el profesor/entrenador, que se convierte en un referente importantísimo en esta etapa colmada de incertidumbres y duelos.

Se pasa de ser niño, con un cuerpo de niño, a tener que (apurados por la biología y los estímulos cada vez más audaces de la cultura) crecer de golpe asimilando un cuerpo nuevo, con nuevas responsabilidades. Estos cambios tienen un costo psíquico que se paga con estados dolidos, melancólicos y con un deambular confuso.

Es necesario señalarles un camino que los contenga, que les de rumbo; aquí aparecen los clubes (mas allá de los padres) conteniéndolos sin saberlo. También aparecen otros personajes como los dilers ofreciendo un alivio más rápido, pero con consecuencias irreversibles.

Es decisión de los padres que postura tomar ante esta situación por la que todos los adultos hemos transitado alguna vez.

 

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