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Con-vivencia Adolescente

La convivencia con el adolescente suele ser difícil, pero se debe tener en cuenta que su- vivencia- con lo que le ocurre a nivel mental y físico nunca es del todo fácil.

La adolescencia es un tiempo que comienza con la metamorfosis de la pubertad. La pubertad impacta en lo real del cuerpo y exige un trabajo de representación psíquica. Las transformaciones y novedades corporales, biológicas (inexorables) exigen a la mente un esfuerzo tremendo de significación.

El cuerpo cambia, aparecen los caracteres sexuales secundarios y el crecimiento de los genitales externos e internos. Se produce un extrañamiento de su propio cuerpo por el desfasaje que existe entre la representación del cuerpo imaginarizado (casi siempre infantil) y el cuerpo real. Es frecuente en este sentido patologías como la anorexia, bulimia y obesidad, velando una figura sexuada, haciendo perdurar una imagen siempre infantil, aniñada.

En general se ponen en juego todas las representaciones mentales, no sólo la de la imagen corporal, también la imagen de los padres, la idea de familia, historia edípica, elecciones sexuales, etc.

Este es el momento para reelaborar o terminar de elaborar psíquicamente lo que quedó inconcluso en la infancia, entonces es un tiempo esperanzado si se quiere. Pero también se corre el riesgo de desestructurar aquello que estaba construido de manera endeble.

El adolescente que transita por este tiempo de crisis, comienza un proceso de alejamiento del ámbito familiar por otro que lo transporte paulatinamente a un mundo social más amplio y al encuentro con el Otro sexo. En este proceso debe poder desasirse de la figura de los padres. No siempre esto es comprendido en el hogar. Son frecuentes los reproches, cambios de carácter, irritabilidad, problemas de aprendizaje o de conducta en la escuela, dificultad en hacer vínculos con los pares, etc. Encontramos en ellos una sensación generalizada de dolor, desgano, depresión que podría traducirse con un ‘sentirse mal’, una sensación angustiosa que surge ante la eminente pérdida de todo lo infantil que comienza a quedar detrás.

Momento de crisis donde la propia identidad está en juego y allí donde las referencias familiares y sociales próximas fallen vendrán otras que influyan en el adolescente dándole una falsa sensación de identidad, confianza, seguridad y pertenencia a un grupo. El compartir sustancias con otros lo hace pertenecer a un grupo donde ya no está solo, el quedar hipnotizado, fascinado por un líder de algún grupo musical o líder religioso (sectas) lo hace entrar en comunión con otros adolescentes de la misma edad y formar un cuerpo que los hace ser.

La influencia en este sentido de los padres es fundamental, lo que no significa que sean los únicos responsables de lo que suceda en el proceso, el propio sujeto también es responsable.

La adolescencia da al analista la oportunidad de intervenir en una estructura en formación. La escucha y el espacio que se le brinda está dirigido al encuentro del sujeto con su deseo, acompañando al adolescente y a sus padres en este período conflictivo, para que logre orientarse e insertarse en un mundo social confuso y competitivo, donde se pondrá en juego permanentemente su propia integridad.

 

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