Para comenzar abordar algunas cuestiones del tema propuesto me resulta necesario hacer una pequeña introducción desde el psicoanálisis.
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, nos iluminó el pensamiento al ubicar la función del padre en el fundamento de la cultura. Hablar del padre en tanto función es hablar de la ley. El verdadero alcance de esta ley está dado por su función simbólica fundando en el inconsciente aquello que llamamos deseo.
Deseo, por otra parte, que no se reduce ni surge de la necesidad. Uno de los grandes hallazgos de Freud se refiere al deseo inconsciente. Esos deseos son inmortales, indestructibles, se hallan bajo la represión y están relacionados de alguna manera a las vivencias infantiles que fueron nutriendo la realidad psíquica.
Me sirvo de una frase de Jacques Lacan “El ordenamiento del servicio de los bienes en el plano universal no resuelve sin embargo el problema de la relación actual de cada hombre, en ese corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con su propio deseo”. La ética tradicional es la del servicio de los bienes y esto es para nosotros la degradación del deseo.
¿Cómo entenderlo? Somos actores, muchas veces pasivos, de un mundo globalizado cuyo progreso es veloz y de una incidencia, en lo social y en lo individual, difícil de medir. Estamos inmersos en un universo donde corren varios discursos. El discurso utilitarista está vinculado a la teoría del consumo, seduciendo y proponiendo beneficios como la dicha, el júbilo. “En este sentido –dirá Lacan- forma parte de la naturaleza de lo útil el ser utilizado”. Todo ideal rige una teoría o una teoría corresponde a uno o varios ideales. Ideal que por otra parte dará cuenta de una posición fantasmática. Esta ilusión nos lleva a una identificación alienante, así fuera a un modelo ideal. Por ejemplo el confort individual vinculado al mundo de los bienes…bienes privados…de familia…de la casa…incluso el amor.
Diferentes campos de la ciencia incluso las grandes marcas comerciales, no solo crean demandas sino también sus respuestas. Toda la corriente del utilitarismo unida al confort, irá desplegando sus efectos sobre el deseo, ese deseo que es anestesiado, adormecido, en la ilusión de felicidad que nos demandan demandar.
En pleno siglo XXI, estamos en presencia de una serie de hechos que nos hace pensar si son consecuencia de la banalización de la ley, es decir de cierta caída de ese nombre del Padre en lo simbólico cuya función de regularización, y autorización, se ponen en cuestión. Lo podríamos leer a nivel mundial como las guerras, los refugiados, la maternidad amputada, la droga, la delincuencia, la violencia de género, entre otros.
Hoy debemos incluir el fenómeno del “acoso” como una respuesta a la banalización de lo simbólico. Esta acción se desplaza en todos los espacios de las relaciones humanas: laboral, estudiantil, deportivo, familiar. Actualmente el mundo de las telecomunicaciones o sea, la Tecnología de Información y Comunicación (TIC) es uno de estos espacios.
A fines del siglo XIX la creación del teléfono, el tren, el avión, se vivían de modo insuperable. Hoy fueron sobrepasadas enormemente por las nuevas tecnologías, marcando un antes y un después.
La tecnología moderna ofrece una gran cantidad de recursos para la comunicación, y las relaciones humanas. Se independiza del tiempo y de la distancia, y se encuentra en constante evolución.
Sabemos que las nuevas generaciones son parte de este mundo. Tienen incorporado naturalmente todo lo concerniente a internet a diferencia de aquellos que debimos adoptarla, y aun así nos sigue sorprendiendo. Podemos pensar que esta “aventura cibernética”, como lo señala Fernando Osorio, dependerá del uso que le demos, si es beneficioso o si nos lleva a situaciones problemáticas.
Puede ocurrir que los beneficios no nos permitan evaluar los costos de su utilización exponiéndonos ante el riesgo de ser atrapados por ese mundo fascinante, devorante. Ese universo que se abre es también una tentación, una invitación, a un posible marco de adicción o para el desarrollo del acoso.
El mundo cibernético puede estar a los fines de dar placer o de anestesiar el mundo subjetivo, transformándose en una sustancia embriagadora conocida como quitapenas. En este sentido es apreciado como un bien inmenso que brinda la independencia del mundo interior y exterior.
Asimismo para muchos sujetos la web es una forma de estar en el mundo. Es un modo de refugio también. Obvio tendrá que ver con la historia de cada sujeto.
Además la fascinación provocada por estos medios puede estar a los fines de enaltecer cierto grado narcisista, un ejemplo es Facebook, sumando nuevos amigos y contabilizando los valiosos likes, otro ejemplo pueden ser los grupos de whatsApp, los juegos online. Otorgando fama, revistiendo al sujeto de cierto brillo o popularidad…virtual. Se puede tratar también de sujetos que ante determinadas dificultades, la tecnología se les presenta como una solución a su estilo de vida, en realidad es una ilusión de bienestar porque evitan el encuentro real con otros cubriendo la dificultad de hacer lazo social.
Otra cuestión es el lugar de verdad que se le otorga a los sitios web y su articulación con lo engañoso de las imágenes y mensajes. Una variable es la falsificación de perfiles.
Hay una satisfacción en más cuando se transforma en un instrumento de goce (denigración y acoso), esto es el atrapamiento de quedar sometido a la voluntad del otro.
Se diagrama así un juego donde se suman a los protagonistas los espectáculos anónimos y la complicidad de los espectadores, ya sea como colaboradores o testigos.
La tecnología puede transformarse en un medio para…, una herramienta para… lograr ciertas operaciones subjetivas. Aquí su uso estará condicionado por el psiquismo del sujeto, su historia, incluso puede potenciar lo más esencial del ser.
Cito del libro “Ciberbullying” de Fernando Osorio lo siguiente “Qué un niño pase muchas horas de su día frente a su computadora, su televisor u otros aparatos electrónicos no es por “influencia cibernética”, sino porque su mundo no tiene otro tipo de estímulos que puedan hacer esa experiencia algo más creativa y productiva o porque tiene un entorno adulto que utiliza el recurso tecnológico como un estímulo electrónico o un “baby-sitter online”. El problema no es estar frente a la computadora muchas horas, sino qué se hace durante todas esas horas. No es comparable el caso de un niño o adolescente que solo accede a los juegos electrónicos de forma adictiva, con el de aquel otro que lo hace por un placer acotado que se agota en un momento determinado. No es lo mismo ingresar a sitios en los que se da todo servido o resuelto y lo único que hay que hacer es responder a una consigna determinada que otros proponen, diseñan y programan que inventar y programar sus propias estrategias lúdicas”.
Hoy nos encontramos con una gran lista (creo que aún en movimiento), de las situaciones que se pueden producir a través de las redes sociales, y su viralización o al menos su amenaza como el acoso en las redes, la pedofilia, las amenazas de intimidación, los delitos cibernéticos, etc.
Acosar es “Someter sin reposo a pequeños ataques repetidos”. Es sistemático y premeditado. En el acosado es el sentimiento de haber sido maltratado, despreciado, humillado, rechazado. Esto es de un registro subjetivo que se debe analizar caso por caso.
El uso de las TIC en manos de sujetos arrastrados por alguna modalidad perversa, donde la voz y la mirada cobran su máxima expresión, hace del acosado un objeto útil. Según Fernando Osorio “El sistema no discrimina una buena o una mala administración de los recursos” depende del usuario. Estos sistemas inteligentes no cuentan con el mecanismo de la represión.
O sea que este recurso puede resultar eficaz para provocar daño, reducir, y violentar a otros y obtener un monto importante de satisfacción.
Aquí ubicamos el ciberbullying o acoso por internet. Se crea una nueva modalidad al desplazarse al mundo cibernético.
El ciberacosador desarrolla esta violencia desde una posición de superioridad. Puede quedar velada la identidad del victimario por el anonimato (muchas veces relativo) que ofrece el ciberespacio. Para esta acción el victimario necesita de colaboradores y testigos.
El accionar del acosador hacia un personaje del entorno escolar, laboral, etc., es premeditado. Dado que el autor intelectual suele desplegar un halo amenazador sobre el resto de los fieles seguidores es difícil que le adviertan al acosado o cuiden de él. Los compañeros –advierte Osorio- que antes eran neutrales o favorables a la víctima suelen transformarse en colaboradores, o testigos mudos. Tomaré varios de los planteos propuestos por este autor.
Para el ciberacosador el otro es un objeto para su satisfacción, poniendo muchas veces en escena su necesidad de agredir, de controlar. Por otro lado, su imagen se irá revistiendo de cierta superioridad virtual, encontrando en la web una vía para lograrlo.
El ciberacosador busca su propio liderazgo en la necesidad de construir poder. Utiliza esto como ascenso en la estima social del grupo al que pertenece.
Por lo tanto, la víctima sirve a ese fin, es reemplazable. Por ejemplo, si la víctima se revela cuestionando ese liderazgo, el otro posiblemente cambie de dirección.
Para el acosado es el momento de mayor desposesión subjetiva.
Quien presenta algún rasgo de inhibición, ingenuidad, obediencia, pronto es rechazado por el grupo. Hay una falsa creencia: seguir a un líder o a un personaje con prestigio en las redes, da por cercanía, cierto estatus; como si estar cerca del más popular lo convierte en popular y con cierta inmunidad para el ciberacoso. Otra creencia es que a ellos no les va a suceder.
Además se comporta de un modo contrario a lo esperado. Lo habitual es que ante una broma de mal gusto o una acción de maltrato se defienda.
Esta cuestión lleva a interrogarnos que sucede con la agresividad en tanto es una experiencia subjetiva por su constitución misma. Observamos por ejemplo la indefensión, la parálisis ante el hostigamiento, la capacidad para tolerar el maltrato. El exceso se muestra en ambos protagonistas.
Si es en lo laboral, en general el objetivo y los personajes son más claros.
Esta situación repercute en sus esferas familiares, sociales, etc. El retraimiento, la estigmatización social, la inseguridad, el abandono de amigos, la reducción de su eficacia y también la producción de síntomas son algunas cuestiones que se pueden encontrar en el dominado. Esa agresividad de la que no puede disponer recae sobre él.
El aburrimiento también puede ser uno de los motivos. Muchos “jóvenes viven en un mundo que se les presenta tedioso, aburrido, sin expectativas y sin un pronóstico de cambio. Este estado de letargo frente a la vida muchas veces provoca una insensibilidad y sopor que hace que los más jóvenes busquen nuevas experiencias…en la intención de lograr excitación y satisfacción, muchas veces molestar a otros es una gran diversión” Fernando Osorio.
Podemos entender el aburrimiento como una caída del deseo.
Acoso no es estrés. No hay premeditación. Tampoco es una reacción esporádica. Es diferente de las situaciones de conflicto, en ellas los interlocutores buscan, en una relación de simetría, una solución. Hay reglas y un poder de regulación.
En cambio el acoso es una relación dominante-dominado. Daña por la sistematicidad y focalización de la que se es objeto. Estas acciones tomadas de forma aislada pueden ser anodinas.
El acoso tampoco es un diagnóstico con pronóstico de suicidio.
El anonimato, la carencia de penas, la no percepción directa e inmediata del daño causado y la adopción de roles imaginarios junto a la obscenidad imaginaria en las redes sociales coloca a las TIC en un lugar atractivo para la puesta en acto de estas prácticas. Atenta contra la autoestima de quien es acosado.
En cuanto a la participación de los espectadores podemos decir que es en el mismo movimiento, en el intento de resguardar su seguridad donde aparece la incitación al otro. Se goza del sufrimiento explícito. Se muestra la insensibilidad y la frialdad. ¿Qué pasaría si no estuviesen sosteniendo el lazo con un amo tiránico? ¿Se puede considerar que dan rienda suelta a la satisfacción de diferentes modos perversos? Lo que se revela de esta subversión de la ley en lo simbólico es la voluntad de goce que busca la angustia del otro más allá del sufrimiento, otra situación es la ideación delirante.
El acoso es una modalidad que viene a revelar lo que no anda (escuela, trabajo). Es una respuesta de nuestro tiempo que viene a nombrarse como diferente al nivel del exceso.
¿Se puede colocar lo que no está en la red? El universo cibernético, las redes, son un espacio carente de leyes. Para estos personajes es una llamada a la no ley. Aquí la intencionalidad proviene de las personas.
La web también abre el campo al erotismo acompañado por las fantasías de libertad, de amenazar, de seducir. En la medida que todos los fantasmas no son confesables los sujetos quedan atrapados.
Freud en 1905, coloca en el período de latencia de la niñez la construcción de los diques psíquicos a los fines de sofocar ese “en más” del mundo pulsional. Los diques son el asco, la vergüenza, y la moral o compasión, diques que se han fisurado en la web.
Debemos tener en cuenta que muchas veces el ciberbullying es la extensión de otro tipo de acoso o problemática, que se extiende a través de las redes sociales.
· La ética del psicoanálisis. Jacques Lacan
· El malestar en la cultura. Sigmund Freud
· Ciberbullying. Lic. Fernando Osorio
· El acoso moral en el trabajo. Marie-France Hirigoyen
Muchas veces, iniciar estas actividades, nos acerca a cierto malestar, más allá de que sepamos que son acciones nos ...
“HAY QUE ELIMINAR LA DISTINCIÓN ENTRE SALUD Y ENFERMEDAD MENTAL” Igual que la ansiedad fue la enfermed...
La Organización Mundial de la Salud (OMS), recomienda para los jóvenes y niños de entre 5 y 17 años, que inviertan como mín...
Dejá un comentario