Tanto en el jardín, en la escuela primaria y luego llegan al consultorio frases tales como:
“ No puedo decirle que no, porque sino grita y se ofende...”
.. “Me dijo que no quería ir al cole, por eso lo dejé”
.. “Es tan independiente que resuelve todo solo..”
Recibimos muchas consultas en relación a ésta temática: ¿Cómo decirle que NO?
¿Quién es el que educa? El padre? La escuela? ¿Quién es el que pone orden en la cotidianeidad de la vida familiar?
En esta línea de reflexión, los niños que ponen sus propias reglas se ubican en un lugar de “Dictador” y los padres les permiten ocuparlo. Ellos se sienten vulnerables, desesperados, sin saber qué hacer con este niño/a.
El niño queda ubicado en la escena familiar como poderoso, tomando decisiones, es él quien determina todo, porque sino le hacen caso, grita, llora, se tira al piso y el adulto no sabe cómo actuar. Los niños quedan al desamparo, sin sostén, sin la presencia de alguien que marque un borde “hasta acá lo permito”. “Esto es así porque lo resolvimos mamá y papá”.
La relación de Asimetría es necesaria para la constitución psíquica del niño/a, partiendo de los cuidados necesarios del otro como figura protectora que puede y sabe cuidarlo. Cuando esto no se construye de este modo, es decir, no existe la diferencia entre niño/adulto, sucede que el niño se siente depositario de un poder que lo supera, que lo deja sin sostén, sin saber ¿qué hace con tanto?
¿Cuál es la función del padre/madre? Entre otras sería: Alojar, sostener, educar, dar amor poniendo límites a determinadas situaciones que los desbordan.
Frente al desafío a la autoridad que todo niño debe hacer, en estas situaciones, el adulto se siente como anulado, no sabe por dónde ni de qué modo abordarlo?
Entonces se delega en el colegio esta función de autoridad, pero este niño no lo ha construido y le resulta costoso enmarcarse en una legalidad escolar que aún no tiene y no reconoce como tal.
La escuela intenta ocuparse de esto que la familia no logró aún creando un marco con leyes propias a las que este niño tiene que acatar.
Es así como padres y maestros, frente a sus propias debilidades y carencias, esperan que ese niño los remita a un lugar de autoridad con jerarquía y reconocimiento del lugar que ocupan.
Pareciera que frustrarlos y decirles que “NO” conlleva un sufrimiento que deberíamos interrogar, ¿Es del niño a quien no se le compran esas figuritas? O del adulto que teme por la pérdida del amor o de ese falso reconocimiento de la jerarquía?
Desde nuestro posicionamiento consideramos importante acompañar a los niños para que vivencien sus infancias brindándoles tiempo, escucha, juego y bordes bien sostenidos y marcados.
Autora: Andrea J.Grinberg (Lic. en Psicologia)
Co-Autora: Claudia Buleczka (Lic. en Psicopedagogía)
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