Una pregunta frecuente en quienes consultan para comenzar un análisis suele ser por la duración de las sesiones, como una variable a considerar en la elección de analista.

Vivimos inmersos en un sistema de producción cuya eficiencia tiende a evaluarse en términos cuantitativos. Entonces si se piensa a la terapia como un servicio en el que un cliente paga por determinada atención al modo de un producto, es entendible que se pretenda calcular el costo del servicio en función del tiempo que va a invertir. Así mismo que se suponga que a mayor duración de la sesión, más rápido se llegará a resolver lo que lo trajo a la consulta.

Sucede que esta lógica mercantilista en la que el tiempo cobra un valor monetario, nos hace creer que se paga por tiempo, que se compra un espacio de tiempo, lo cual genera la ilusión de que lo podemos atrapar, de que lo controlamos, lo medimos, le ponemos precio, lo manipulamos. Es una ilusión adormecedora que oculta que en verdad el sujeto está preso, sometido a una ley de rendimiento en la que no solo en su terapia debe conseguir efectos rápidos al menor costo, sino que el sujeto mismo es el que está constantemente sobreexigido a cumplir con los imperativos de rendimiento que se vuelven aplastantes para el deseo.

El tiempo como mercancía es algo que está bien ilustrado en la película "In Time", donde se ve claramente que son las vidas mismas el verdadero objeto de desecho de aquel sistema infernal.

Por el contrario, el psicoanálisis se ocupa del desecho del tiempo, de lo inatrapable del reloj, lo que queda por fuera de la medida preestablecida. No se trata del tiempo cronológico, entendido como una continuidad lineal. La temporalidad del sujeto del inconsciente es retroactiva, en tanto las determinaciones de la historia se pueden resignificar, abrirse a nuevos sentidos. En ese punto el tiempo de la sesión analítica lacaniana no es ni más ni menos que el tiempo necesario. Necesario según cada caso y necesario entendido como tiempo lógico. Los tiempos del sujeto se sostienen en una lógica que causa efectos al desplegarse con distintos cortes y con un ritmo singular.

La sesión analítica se encarga de prestar las condiciones para la emergencia del acontecimiento imprevisto. Que tenga lugar lo no-calculado, la sorpresa que despierta.