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Cuando la falta, falta

Al ser humano le cuesta mucho tolerar la falta. Siempre queremos estar completos. Varias son las situaciones que lo manifiestan.

Lo demuestra la ansiosa búsqueda de la “media naranja.”

Lo demuestra la enorme necesidad de rápidamente saldar las cosas cuando cometemos un error, por lo menos “arreglar” la imagen personal que acabamos de lastimar no sólo ni principalmente delante de otros, sino fundamentalmente delante de nosotros mismos. ¿Cómo tolerar vernos y que el otro nos vea incompletos, errados, equivocados?

Lo demuestra la dificultad absolutamente actual de permanecer en el silencio. Los medio de comunicación hablan y /o escriben multitud de palabras y más palabras que mil veces no dicen nada. Pero ocupan lugar. Nos salvan del vacío que nos aterra y nos precipitan a otro vacío mucho más cruel, sin darnos cuenta.

Lo demuestra la incapacidad para el ocio, para bajar los hombros y relajar el cuerpo, para mirar. Y casi da vergüenza en estos tiempos hablar de contemplación, pero la habilidad para contemplar (mirar en profundidad) está oculta, cubierta de actividades que hacemos para ocupar el tiempo que decimos que nos falta y que si nos llegase a sobrar nos ahogaría quitándonos el oxígeno que aparentemente custodian nuestras excesivas y aturdidas actividades.

Lo demuestra la educación de nuestros hijos que luego de jornadas de doble escolaridad tienen de lunes a viernes actividades extra escolares… no sea que se aburran. Que nos les falte nada…!!!!!!

Terror. Terror a la castración que no es sólo la falta de pene sino la falta de eso que creemos erradísimamente que es imprescindible para ser seres completos.

Tenemos lo que sea, para llenar vacíos, son tantas las cosas que sirven fallidamente para eso! Comida, sustancias, actividades, sexo, amistades (conocidos que flotan en la existencia igual que nosotros), parejas (personas con las que no sabemos conversar desde dentro), y una larga lista de etcéteras.

La pulsión está en la diferencia entre el grado de satisfacción hallado y el buscado. La satisfacción total no es posible en la vida, es incompatible. Ese espacio donde no se puede encontrar la satisfacción total es el espacio donde ubicamos “el deseo”. No se trata de llenar ese espacio, de eliminar la falta. En ese espacio está el motor para la vida, el deseo. En ese espacio tenemos lugar para alojar al otro, justamente porque está vacío. En ese espacio podemos necesitar. En ese espacio nos sentimos identificados con los otros que tampoco están completos.

Cuando la falta, falta, no hay deseo. No hay vida. No hay espacio para que ella esté! Hay inercia.

Cuando creemos que amar es llenar en el otro ese espacio, estamos equivocadísimos. Y cuando pretendemos con primaria hambruna que el otro nos colme, nos llene, nos dé las respuestas, el placer, la contención y todo lo que sentimos no haber recibido, le estamos pidiendo que deje la raza humana. Lo estamos idealizando (siempre constituye una injusticia). Y estamos caminando (en un 100% de las probabilidades) al fracaso de esa relación.

Sin falta, no seríamos humanos. Nacemos deficitarios, morimos igual. Somos frágiles, necesitados y eso no es un problema, salvo que creamos que la falta es una amenaza, en lugar de ser una oportunidad.

 


 

Bibliografía

· Freud, S. (1908). Sobre las teorías sexuales infantiles. Obras completas9, 183-201.

· Lacan, J. (1996). La relación del objeto. Paidós.

· Lapanche, J. (1987). Diccionario de psicoanálisis (No. 131.3404 D5Y 1968).

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