El contexto actual, con la llegada de la pandemia y el posterior aislamiento social, preventivo y obligatorio, nos obligó a reformular muchas de nuestras prácticas cotidianas. El home-office se volvió algo generalizado y las plataformas de videollamadas pasaron a formar parte de nuestro día a día: clases desde nivel inicial hasta universitario, reuniones familiares y de trabajo, festejos de cumpleaños, todo pasó al ámbito de las pantallas.
Cada cual desde la comodidad (o incomodidad) de su hogar se conectaba con el exterior a través de sus celulares o computadoras.
¿Cómo cambiaron en dicho contexto los tratamientos de psicología?
Al principio se produjo una especie de parálisis generalizada, muchos tratamientos quedaron en pausa a la espera de que “todo esto pasara” y se pudieran retomar luego de manera presencial.
La reticencia a la atención online no estaba sólo del lado de los pacientes, también había cierta desconfianza de una gran cantidad de terapeutas.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la imposibilidad de volver a la actividad presencial, tanto pacientes como terapeutas, nos fuimos amigando con la modalidad virtual.
Y así como las aplicaciones nos facilitaron la atención a distancia, también nos encontramos con las dificultades del espacio en donde atender. El consultorio pasó a ser un dispositivo móvil que podíamos trasladar a diferentes ambientes, y que ya no dependía sólo de nosotros sino también, por ejemplo, de la señal de wifi. Las interferencias en la conexión y los ruidos del timbre o de una obra en el departamento de al lado pasaron a formar parte de la cotidianeidad de las sesiones.
Los límites del espacio de la sesión también fueron sometidos a las vicisitudes de quienes se disponían a tener cierta privacidad a la hora de hablar. Plazas, balcones y cocinas empezaron a ser también escenarios posibles para poder aislarse y contar con un tiempo sin interrupciones.
El transcurso de los meses bajo esta modalidad virtual nos terminó de convencer de que, no sólo es posible sostener a través de esta vía los tratamientos que se venían realizando, sino que además se pueden comenzar tratamientos nuevos y esperar efectos terapéuticos más allá del espacio físico.
Sin embargo, no se puede hablar de un reemplazo total, ya que el encuentro presencial continúa siendo necesario en muchos casos.
Y, en definitiva, es ese análisis del caso por caso el que nos permite habitar la virtualidad sin quedar reducidos a simples datos.
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