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Sesiones Online: Llamando…

 

“Un extraño llamó, preguntando por una persona que no era él. Intentó aclararle, finalmente colgó. Sin embargo, este llamado no le resultó indiferente, lo dejó pensativo. ¿Y si, por ejemplo, le hubiera seguido el juego? Tal vez hubiera sido divertido, al menos averiguar algo más del misterio.
La noche siguiente, Quinn fue atrapado con la guardia baja. Pensaba que el incidente había terminado y no estaba esperando que el extraño llamara nuevamente. En este momento, se encontraba en el baño, sentado, cuando el teléfono comenzó a sonar. Era un poco más temprano que la noche anterior, había alcanzado el capítulo en que Marco Polo viaja de Peking a Amoy y la campana del llamado disonó irritante. Atender, hubiera implicado dejar inmediatamente lo que estaba haciendo y cruzar el departamento en ese estado en el que se encontraba, de otro modo, no llegaría a tiempo. Se sintió reacio a moverse.
El teléfono no era de sus objetos favoritos. Lo que más le disgustaba era su tiranía. No solamente tenía el poder de interrumpirlo contra su voluntad, sino que además inevitablemente él sucumbiría a sus órdenes. Cuando finalmente se levantó, a su tiempo, y atendió, no había nadie del otro lado. Habían colgado.
Para la noche siguiente, estaba preparado. Sentado en su cama, música de Haydn sonando suave. Esperó y esperó. A las dos y media finalmente se rindió y se fue a dormir.
Esperó noche tras noche, sin éxito, y, justo cuando estaba por tirar la toalla, el teléfono sonó otra vez. Era el diecinueve de mayo. Recordaba perfectamente esta fecha porque era el aniversario de sus padres –si estuvieran con vida- y su madre siempre le decía que él había sido concebido en esa noche. Este hecho siempre le había atraído: ser conciente del primer momento de su existencia. Levantó el teléfono:
“¿Hola?” ” 

(Se trata de un pequeño fragmento, traducido y modificado a los propósitos de este artículo, del cuento City of Glass, de Paul Auster, el primero de The New York Trilogy. UK: Ed. Faber and Faber, 2011.)

 
Si bien hoy en día muchas de nuestras actividades y nuestras relaciones pasan por la virtualidad, al punto en que lo offline parece ser lo que se destaca, el psicoanálisis ha esquivado en lo general esta modalidad por buenas razones, dando prioridad a la importancia de los cuerpos presentes y lo que eso implica en la manera en que nos vinculamos, dejando lo online para las excepciones siempre necesarias. Y, sin embargo, acá estamos: año 2020, pandemia mundial que ha creado un escenario de ciudades vacías, trajes caseros de protección, fronteras cerradas. Sí, por momentos parece ciencia ficción. Pero no, esta es la cotidianidad en que nos toca vivir por ahora: con incertidumbres, posiblemente con temores –y la necesidad, justamente, de hacerle lugar a estos- y, también, con momentos para los encuentros.

Encuentros posibles
De esto último habla el preámbulo, pequeño fragmento de un cuento de Paul Auster parafraseado al castellano: de los encuentros no presenciales y algo de lo que implica. Empecemos por el “intermediario”, el aparato. Para quienes no sean de los llamados nativos digitales, ya de por sí ha sido una incorporación tardía en sus vidas que potencialmente puede hacerse presente simplemente porque empieza a fallar la conexión. También la propia vivienda, con las actividades que cada quien se encuentra realizando, algo que no es lo “habitual” al desplazarse al consultorio del analista –que tiene sus particularidades, por otro lado-. Por último, no demos por sentado que cuando hablamos de encuentros no presenciales, lo único que tenemos que despejar es lo no-presencial y, una vez hecho esto, ya entendemos de qué estamos hablando. ¿Es tan transparente lo que es un “encuentro”? Supuestamente: Juan y Pedro concertan un horario para abrir una sesión de su plataforma de videollamadas favorita. Por otro lado, en nuestro preámbulo, tenemos un llamado a deshora, preguntando por alguien que claramente no era el protagonista y, sin embargo, ¿fue menos encuentro por eso? Más aún: ¿fue, necesariamente, un encuentro, lo que hubo entre Pedro y Juan?

Algunas sugerencias
Ya sea por darle continuidad a cuestiones que se venían conversando en el análisis o, justamente, por la emergencia de preguntas o afectos a partir del cambio en el modo de vida –en la familia, la pareja, el trabajo, la soledad-, doy algunas sugerencias improvisadas a partir de las experiencias de colegas y analizantes.

Disponer de un espacio de privacidad. Que no siempre es tan sencillo y tal vez deba ser acordado con quienes comparten el domicilio. Lograr que se pueda conversar con comodidad sin temor a ser interrumpido.

Hay muchas maneras, hoy por hoy, de comunicarse virtualmente. Conviene siempre utilizar una con la que ya se esté familiarizado/a.En cuanto a los psicoanálisis de niños/as, los adultos serán los guardianes de su espacio. Encargados de que dispongan del lugar y que no se los interrumpa –como podría ser el caso de otros hermanos-, a veces inclusive podrán sumarse, de acuerdo al tipo de intervención que se esté realizando, el momento del tratamiento, las habilidades del niño/a con la tecnología, etc.

Estas no son recetas ni nada que se le parezca, sino simplemente compartir algunas ideas en estos momentos que implican novedades para todos/as. Niños y adolescentes están muy familiarizados con estos vínculos y vale escucharlos también.

No mucho más para terminar. Solamente disponerse a escuchar el llamado, que, para un análisis, puede venir en el momento menos esperado.

 

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