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Cuando el Cuerpo Habla

Cuando hablamos de estructura psíquica, nos referimos a identificar las grandes líneas, relativamente estables, de la organización mental de un sujeto (Marty, J. P., & Ogara, C. R. , 1984). Hay diferentes maneras de tramitar las circunstancias que atravesamos en el presente o en el pasado dependiendo entre otras cosas del tipo de estructura. Una de esas maneras está constituida por  la palabra y el pensamiento. En una persona con una estructura neurótica esto es posible. El poder pensar lo que vivió, ponerlo en palabras, identificar sentimientos es un camino para poder metabolizar las propias vivencias. Este camino permite elaborarlas e integrarlas, permite extraer todo aquello que suponga riqueza y aprender de todo aquello que haya significado dolor, sufrimiento o pérdida.

Hay otro camino que es el acto, el pasaje al acto, trayecto en el que el pensamiento no es el protagonista y menos la palabra, pero no nos detendremos ahora en él sino en un tercer camino, el del cuerpo. El cuerpo fue tradicionalmente opuesto la psiquismo (Stingo, N. R., Toro Martínez, E., Espiño, G., & Zazzi, M. C., 2006). Ya no pensamos así. Forman una unidad indivisible cuyos límites son difíciles de identificar con total nitidez.

Nada en el aparato psíquico es sin consecuencias: todo deja rastro, visible o aparentemente imperceptiblemente. Todo opera, avisa, murmulla, susurra y espera a ser atendido, aunque eso implique años de demora.  No siempre el inconsciente está apurado. Si ve que estamos ocupados, aguarda siempre expectante. Late, silencioso hasta que alguien en la superficie lo escucha vivo en el sótano de nuestra conciencia, llamado inconsciente.

Cuando no habla la boca, habla el cuerpo. Él se ocupa de transmitir aquello que el sujeto no está pudiendo pensar y por ende decir y mucho menos escuchar. El cuerpo se hace cargo y responsable de que hay algo, un hecho, un conjunto de vivencias, un sentimiento, hay algo que está doliendo dentro, hondo y pide cura. Y la pide porque hay un principio de salud en el ser humano por el cual no nos acostumbramos tan fácil al sufrimiento o a  que nos hicieron daño o a que lo hicimos o a que fuimos testigos del daño que otros sufrieron y eso mismo nos hizo daño. El sufrimiento no es fácilmente degradable en el aparato psíquico.

Cuando en lugar de la boca es el cuerpo el que habla, hay una insuficiencia comprobada del funcionamiento mental. El preconsciente es el punto central de la economía psicosomática. Cuanto más rico sea el preconsciente de un sujeto en representaciones ligadas entre sí, más la patología tiene probabilidad de situarse en el plano mental. Cuanto menos rico en representaciones sea el preconsciente y las relaciones y permanencia de las representaciones existentes, más correrá el riesgo de que la patología se sitúe en lo somático, en el cuerpo. Por eso decimos que el preconsciente es el punto central de la economía psicosomática.

Las enfermedades somáticas resultan de las inadecuaciones del individuo a las condiciones de vida que le tocan vivir. Al decir de Freud (1988) es el Yo el encargado de acomodarse eficientemente a la realidad. Sin embargo no siempre es posible por eso hablamos de rebasamiento de las posibilidades de adaptación lo cual corresponde a la noción de traumatismo: el estímulo es mayor a la capacidad que tiene el sujeto de tramitarlo. Los traumatismos afectan en primer lugar al aparato mental, que busca gestionar la variación de excitación que el mismo trauma ocasiona. Si en las posibilidades del sujeto no está el poder pensar y comunicar lo vivido, aumentan las probabilidades de que el cuerpo levante la mano, y sin pedir la palabra, la tome y se ocupe él de expresar lo que está sucediendo.  

La circulación de las excitaciones constituye el problema central de las somatizaciones. Si la circulación es fluida, el cuerpo no se verá en la urgencia de tomar entre sus manos lo acontecido y decirlo a su modo es decir, enfermándose.

Es clave entender que el divorcio que se declaró en otros tiempos entre cuerpo y psiquis no es real. He aquí, cuando el cuerpo habla, en las somatizaciones, la prueba.

 


 

Bibliografía Utilizada

  • Freud, S. (1988). Obras completas: Lecciones introductorias al psicoanálisis. Ediciones Orbis.
  • Marty, J. P., & Ogara, C. R. (1984). Los movimientos individuales de vida y de muerte. Toray.
  • Stingo, N. R., Toro Martínez, E., Espiño, G., & Zazzi, M. C. (2006). Diccionario de psiquiatría y psicología forense. Buenos Aires: Editorial Polemos.
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